
Lic. Fermín Garay /
Los procesos mentales parecen funcionar mediante una serie dinámica de condensación creciente. Surge un pequeño pensamiento-emoción en la mente y vamos estimulando esta dinámica cada vez más, buscando prolongarla o rechazarla, intentando atraparla, pensando en ello, agregando más pensamiento-emoción. Este proceso adquiere entonces una mayor densidad volviéndose real en nuestra experiencia consciente. Pero siendo un proceso no deja de ser un fenómeno impermanente, que inevitablemente pasa y se termina. En seguida volvemos a la carga e intentamos construir un nuevo acontecimiento mental, hasta que vuelve a irse, y así seguimos todo el tiempo, una y otra vez.
En cierta manera la vida mental parece ser un constante intento de construir un fenómeno que inevitablemente se diluye. Cuanto más sólido se vuelve un pensamiento-emoción, más impacto tiene en nosotros. Desde este punto de vista, tal vez algo de lo que llamamos “locura” sea una fijación o construcción de un proceso llevado a cabo de manera tan insistente que la mente parece paralizarse en una idea que no se deja ir o que se renueva a cada momento.
Mediante una introspección profunda y silenciosa este proceso mental puede ser percibido tal como ocurre, viéndose el surgir y desaparecer del pensamiento-emoción. Estos procesos mentales son percibidos como un fenómeno insustancial, como burbujas o nubes que surgen y pasan. Normalmente alguna práctica de meditación es la herramienta que permite esta percepción más sutil de los procesos mentales.
A veces, una situación perturbadora dentro de uno, que podría llevar semanas o años en elaborarse, tal vez sea percibida como una burbuja que estalla y desaparece, como un fenómeno que se disipa en un instante al punto que luego puede ser difícil incluso recordar cual era la situación en cuestión.
Fermín Garay
Lic. en Psicología